Hoy mientras que traspiraba y escuchaba Smoke city y anteriormente a Jorge drexler. Fui la chica que ayudo a un rencuentro más bonito, más romántico entre sabanas y 4 paredes de color amarillo y lila.
Mientras que cocía y leía la Rolling Stone. Sin querer la puerta de al frente estaba mi hermana con su novio riéndose, y mi hermana se le ocurrió cantar y yo le dije “NO MATES LA MUSICA” y yo seguí pensando y ahogándome en la música que escuchaba.
Salir en el momento exacto,así deslizarme rapido en los sueños.Siempre sere nostálgica de estos recuerdos.
16 de junio de 2007
Entre Santiago y Valparaíso
Javiera dice: Me acorde de un amigo de la escuela. El solía hacer cuadros de Valparaíso. Yo lo admiraba, era seco. Y lo es. Esto va para ti Pablo.
En estos días, me ha correspondido pasar más tiempo en Valparaíso, en nuestro restaurante guachaca “el primer ascensor a la luna”. Han sido momentos extraños.
A pesar de la cercanía entre Santiago y el puerto, se respira un aire diferente. Valparaíso tiene lo suyo, encanta y conmueve, preocupa y enamora.
Javiera dice: En el año nuevo me anduve preocupando ya que me habían dicho que era un poco peligroso. Pero con los guarde espalda que tenia no havia preocupaciones. Nunca pensé que terminaría ahí, y con las personas que lo pase. En fin, continuemos.
Hay un ritmo de vida más lento y tranquilo, aún que queda tiempo para conversar un trago, hacer una siesta y detenerse en la calle saludar a los conocidos.
Así andaba el otro día. Conversando con Ulises, un bolerista del puerto, diestro con el requinto y ejecutor de lo más variados ritmos. en eso estaba, hablando de la vida y de la música de nuestra gente.
-Tanto músico que hay en el puerto y todos buenos-le comenté.
-con tanto cerro y tanto mar, no queda otra-filosofó como respuesta.
“Tanto mar y tanto cerro”, me vine pensando en el bus de regreso.”Tanto mar y tanto cerro”, segui pensando hasta quedarme dormido, a pesar del llanto de una guagua que se ponía a la pesadez de mis párpados.
La llegada a Santiago fue brutal; la Estación Pajaritos del Metro me recibe con un gentío impresionante, gritos de vendedores y publicidad. Publicidad por todas partes, en las paredes, en las escaleras, en los vagones, en todos lados.¡Qué ciudad hemos construido? ¿Por qué tan agresiva? Pareciera que estamos en venta. La ciudad, mi Santiago, se ha convertido en un gran centro comercial. Y me dan ganas de reclamar, y se me ocurren muchas formas de hacerlo.
Aclaremos algo, soy un enamorado de Santiago; aunque la ciudad y sus calles ya no tengan la dicha que le otorgaron los poetas, yo la sigo queriendo y por eso reclamo.
No puede ser que cancelemos el pasaje de Metro y además tengamos que tragamos kilómetros de publicidad, y entre medio un par de actividades artísticas comerciales que regalan algunas entradas como una forma de pagar el espacio publicitario. No es mi afán cuestionar la estrategia comercial del Metro, y no voy a discutir el servicio que ofrece a millones de personas. Sólo quiero que el precio ideológico que estamos pagando es demasiado alto. Cuánta razón tienen los estudiantes franceses de hoy cuando escriben
“si la publicidad te arremete,¡agrede a la publicidad!”
Me produce tristeza que un servicio creado, pensando y desarrollado para todos, termine beneficiando a los de siempre. Todo tienen un limite y creo éste ya se pasó de largo.
Es tanta publicidad, que ya ni siquiera recuerdo el color de los vagones.Eran algo parecido al azul paquete de vela
En estos días, me ha correspondido pasar más tiempo en Valparaíso, en nuestro restaurante guachaca “el primer ascensor a la luna”. Han sido momentos extraños.
A pesar de la cercanía entre Santiago y el puerto, se respira un aire diferente. Valparaíso tiene lo suyo, encanta y conmueve, preocupa y enamora.
Javiera dice: En el año nuevo me anduve preocupando ya que me habían dicho que era un poco peligroso. Pero con los guarde espalda que tenia no havia preocupaciones. Nunca pensé que terminaría ahí, y con las personas que lo pase. En fin, continuemos.
Hay un ritmo de vida más lento y tranquilo, aún que queda tiempo para conversar un trago, hacer una siesta y detenerse en la calle saludar a los conocidos.
Así andaba el otro día. Conversando con Ulises, un bolerista del puerto, diestro con el requinto y ejecutor de lo más variados ritmos. en eso estaba, hablando de la vida y de la música de nuestra gente.
-Tanto músico que hay en el puerto y todos buenos-le comenté.
-con tanto cerro y tanto mar, no queda otra-filosofó como respuesta.
“Tanto mar y tanto cerro”, me vine pensando en el bus de regreso.”Tanto mar y tanto cerro”, segui pensando hasta quedarme dormido, a pesar del llanto de una guagua que se ponía a la pesadez de mis párpados.
La llegada a Santiago fue brutal; la Estación Pajaritos del Metro me recibe con un gentío impresionante, gritos de vendedores y publicidad. Publicidad por todas partes, en las paredes, en las escaleras, en los vagones, en todos lados.¡Qué ciudad hemos construido? ¿Por qué tan agresiva? Pareciera que estamos en venta. La ciudad, mi Santiago, se ha convertido en un gran centro comercial. Y me dan ganas de reclamar, y se me ocurren muchas formas de hacerlo.
Aclaremos algo, soy un enamorado de Santiago; aunque la ciudad y sus calles ya no tengan la dicha que le otorgaron los poetas, yo la sigo queriendo y por eso reclamo.
No puede ser que cancelemos el pasaje de Metro y además tengamos que tragamos kilómetros de publicidad, y entre medio un par de actividades artísticas comerciales que regalan algunas entradas como una forma de pagar el espacio publicitario. No es mi afán cuestionar la estrategia comercial del Metro, y no voy a discutir el servicio que ofrece a millones de personas. Sólo quiero que el precio ideológico que estamos pagando es demasiado alto. Cuánta razón tienen los estudiantes franceses de hoy cuando escriben
“si la publicidad te arremete,¡agrede a la publicidad!”
Me produce tristeza que un servicio creado, pensando y desarrollado para todos, termine beneficiando a los de siempre. Todo tienen un limite y creo éste ya se pasó de largo.
Es tanta publicidad, que ya ni siquiera recuerdo el color de los vagones.Eran algo parecido al azul paquete de vela
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